domingo, 25 de noviembre de 2012

Pensar es enfermar de futuro



Y pasa que el cuerpo nos avisa, nos dice en su lenguaje de manta austral el oleaje propio de las partículas que se desestabilizan. Un leve pulso entre el presente y el futuro, la frontera palpita y queda la piel y los músculos como testigos únicos del torbellino emocional.


Y somos tan ancianos en realidad que enseguida buscamos una causa a nuestro sentir, "nuestra enfermedad es la de querer explicar" decía Wittgenstein; son tan pocas las cosas que merecen ser atadas, tan impropio de los niños, de su juego...


Ahí estamos los adultos ciegos y temerosos, tan perdidos en el mar de amor, de la vida; que si sube la marea pedimos factura a la luna, si desaparece el sol obligamos al reloj a cambiar de día y somos incapaces de tumbarnos boca arriba en el océano y aspirar suave la fragilidad eterna del presente;


Porque el presente es eso, un abandono panza arriba en la matriz celular de la savia del mar, un niño asombrado por el lenguaje de los árboles.. siempre nos arremeterá el mismo oleaje, nos podrá el miedo, la desconfianza de maremotos anteriores.. tan simple y al vez tan complejo..


La inocencia es la que nos hace buscar primero el todo y luego las partes, primero el tejado y más tarde el hogar.. y pensar, pensar, pensar, interpretar.. y así existir.


Y nuestros ojos enferman de tanto pensar, porque pensar en enfermar de futuro...
es enfermar donde no hay nada.


Y siguen nuestros ojos en su odisea de querer juzgarlo todo... de querer ver pasar una río como algo estático, de ver pasar una paloma y reducirla dentro de una poesía.. ver una boca y querer hacerla suya.


Nuestros ojos cuya única misión es la de observar.


Agarran.


Y entonces enferman.


Y no se puede pensar una rosa.

Porque pensar es enfermar de futuro.
La rosa es roja huele hermoso, tiene pétalos suaves y su cuerpo esta protegido con espinas


Y pasa que el cuerpo nos avisa, nos dice en su lenguaje que somos más la intención que el mensaje, que somos más el susurro que la palabra... que somos más la trama que el desenlace.

y pasa que nuestro cuerpo nos avisa pero no le damos tiempo suficiente porque siempre hay que explicar dar cuenta ante el juez darle a todo un sitio una explicación.

y siempre nos pasará igual.

No se puede pensar una rosa sólo podemos olerla sentirla, tocarla y poco más

Porque pensarla es robarle su presente
Porque pensarla es enfermarla de futuro.




sábado, 24 de noviembre de 2012

Nos enseñaron a perseguir el éxito


















Nos enseñaron a tener éxito, a perseguirlo, a domarlo... Pero no nos enseñaron a compartirlo, a disfrutarlo.


Nos enseñaron a perseguir.


Y en esas andamos, fijos, inmutables, con la mirada atenta a que suceda todo aquello. Ajenos a lo que vibra cercano. Y así vivimos, persiguiendo al éxito... Como si su naturaleza fuera esquiva, como si el corazón de tal empresa, estuviese hecho del material impalpable del que están hechas las nubes.

miércoles, 10 de octubre de 2012

¡Ah! ¡Eres Músico!... ¿Y de qué trabajas?


Cuando comencé a estudiar pedagogía, nadie me dijo: Espero que tengas suerte, que seas un catedrático reconocido, que tengas un gran despacho y que viajes por todo el mundo con hálito de transformar lo conocido. Que encuentres logros y éxitos...

 Nadie dijo tal cosa. Cuando empecé a estudiar pedagogía, nadie me dijo nada.

Sin embargo, a medida que iba terminando la carrera y me empezaba a dedicar a la música  y en cierta medida al teatro, la gente si me decía... ¿te vas a dedicar a la música? Espero que tengas suerte y que seas famoso, que ganes muchos premios... ¡qué valiente! decían algunos... Vales mucho.. ¿porque no vas a la televisión? Seguro que ahí te ven y te cogen... bla bla bla...

Y en 2007, cuando decidí aparcar mis estudios de postgrado y comencé a vivir la realidad musical... encontré innumerables códigos, rémoras, actitudes frente a la vida que en la carrera de pedagogía y en la vida diaria jamás había visto.

De las primeras cosas que observé fue como el mundo artístico era estrecho, competitivo, incapaz de fluir por fluir, de darse a la entrega desinteresada. Observé con incredulidad que yacía cierta sombra junto con los artistas, que buscaban la excelencia y el reconocimiento y que se limitaban a encontrar un asidero donde sentirse cómodos y reconocidos.  A mi esto me pareció muy violento y no lograba entenderlo. Yo venía de la Pedagogía, mundo en el que como todos, es necesario el esfuerzo para lograr una meta (ser catedrático, o doctor, o director... tiene un camino más o menos claro), y además de esto, la Pedagogía es un discurso que en su aprender logra hacer entender lo importante que es la calma, la confianza, el ritmo y la originalidad en los procesos. Allá en la carrera, tenía un camino claro. Además, tenía sitio dentro de la universidad y sólo necesitaba una firma para continuar con mis estudios y encontrarme, al cabo de unos años, en el despacho de alguna universidad dentro de un departamento pedagógico.

Sin embargo, decidí inclinarme por la música. Y esta decisión fue claramente por vocación pedagógica. Sentía que tenía la cabeza muy bien amoldada, pero que necesitaba conocer, para completar mejor mis estudios, la realidad externa. Un Pedagogo es un ser y un sentir que actúan conjuntamente. Y tiene que ir donde su corazón vibra.


Entonces compaginé mi carrera musical con mi trabajo en varias fundaciones destinadas a la educación social.

El mundo laboral pedagógico no requiere reseña ni comentario en el tema a tratar este escrito. Es un mundo como cualquier otro, en el que si te esfuerzas y te haces notas y valer, puedes lograr ascender y tener mejor puesto al cabo de los años. Repito: hay un camino, unas normas, un reconocimiento, una sensación de avance, un horizonte.

Sin embargo, en la práctica artística no hay nada de eso. En la práctica artística sólo hay palos de ciego, intentonas locas que al final logran que los artistas estemos enfrentados.

¿Qué le pasa al mundo artístico? ¿Porqué es tan difícil lograr vivir de la música? Estas son algunas de las preguntas que últimamente me hago, y para las que me cuesta encontrar respuesta.

Siento que es porque la música no tiene una visión de futuro, porque quizás somos vistos como héroes en la oscuridad de la noche a los que un golpe de suerte les hace salir del anonimato para terminar siendo conocidos. La finalidad del músico... es ser conocido. Pocas veces se habla de un músico com alguien ducho en lo que hace, una auténtica eminencia en su campo. Obvio es que aquéllas personas como Tomatito, Michel Camilo o Paco de Lucía no entran dentro de la inquietud de mi escrito, pues  comparándolo con la pedagogía sería como hablar de Max Van Mannen o  Richard Rorty, es decir, gente que por capacidad y maestría se sitúan en un universo de virtuosismo alejado. ¡Bien por ellos! Han dedicado sus días o bien a la práctica del instrumento, al cultivo de su imaginación y genialidad o bien han leído, reflexionado y propuesto horizontes invisibles para casi todos y entre ellos han encontrado un reconocimiento.

Sin embargo, un pedagogo cualquiera puede trabajar y dedicarse en mayor o menor medida a su labor educativa. Puede entrar en un centro y trabajar de educador y ahí tener la seguridad de un sueldo, de un espacio donde practicar y mejorar. Pero un artista no tiene nada de eso. Un artista tiene que buscar un hueco, tiene que enfrentarse a la ausencia de logros, tiene que repensar su duende, practicar y practicar por un sueldo mínimo que gran parte de las veces no encuentra continuidad.

Y es ahí donde el artista se encuentra constantemente frente a una realidad que le puede. Todo son muros para él. Esfuerzos que desmotivan, logros que raras veces sedimentan.

Somos una sociedad que no sueña, que no quiere transformar. Los artistas son transformadores, generadores de versiones del tránsito que supone la vida. Personas que aportan a la vida aspectos fundamentales para un desarrollo sano. Sin embargo, los artistas que no queremos hacer obras de teatro de Zarzuela o grupos musicales que no quieren hablar de la novia que les dejó tenemos los días contados. Al menos en este país, al menos este lugar en el que decir que "soy músico" la gente te pregunta... genial!!! ¿y en qué trabajas?


Un sociedad sin artistas es una sociedad muerta. Es una sociedad ciega a los procesos distintivos de la vida, a la confianza en procesos de realidad distintos. Pero más allá de los recortes de un país que se desmorona, están los individuos, que a su vez han sido criados en leyes educativas ciegas y alejadas de la realidad. Somos ciudadanos "anómicos", (término empleado Durkheim para designar la falta de normas sociales para orientar a un individuo, y como ello lleva a los sujetos a estar en la vida como piedras).

Ser artista es ver la realidad con otras gafas, muy a menudo con cierto tinte visionario. Muchos de ellos han sido reconocidos tras su muerte y ya llegados a la vejez (y en este caso me refiero a artistas creadores, no intérpretes de grandes orquestas). Me refiero a que un artista como si  de un niño con fracaso escolar se tratase, ve la realidad y la impugna. No se la cree. Un artista no puede ser un minero en busca de riqueza, y es en lo que nos hemos convertido. Buscadores de riquezas, de reconocimiento por encima de nuestra arte, que es el que nos hace vibrar, sentir, comprender la vida desde otro punto de vista.

Pero no tenemos sitio... y nos pasamos gran parte de nuestro hacer artístico luchando contra salas (y ni si quiera ella saben todo el mal que están haciendo no confiando... cavan así su propia tumba), buscando maneras diferentes de promocionarnos, contactando con otros artistas,  buscando trabajos... y cada vez menos tiempo para escucharnos, para sentir lo que nos mueve. Cada vez más ira, más ceguera, más rencor, más miradas de reojo... y más ruido



¿Qué pasa para que un músico no pueda tener una carrera musical? ¿Porqué de tenerla tiene que ser entre éxitos de grandes giras? ¿o teniendo una canción del verano? ¿Porque él artista no puede tener un sueldo, una seguridad, un reconocimiento social? ¿Porque el artista o es tremendamente mísero o tremendamente rico? ¿Qué pasa para que no haya nada en la mitad?


Es triste para un músico abandonar lo que siente que quiere hacer. Y también es triste para una sociedad. Porque es una sociedad que anula lo infantil, lo inefable, que no cree en la transformación. Pero sería cínico pensar que es el estado quien nos anula, con sus recortes y leyes educativas. Somos todos, la sociedad no es sólo la suma de individuos. Además, la sociedad limita y posibilidad, y todos quienes habitamos dentro de ella, podemos reflexionar,  sentir y ver. Podemos pensar y actuar de manera distinta.

Me duele ver como compañeros maravillosos  de las artes no encuentran su sitio y van ocupando puestos de trabajo que matan su universo creativo. Me duele ver una sociedad donde al final tienes que ser un títere para que te vean. Me duele que el país en el que vivo hablar de algo que no sea el abandono de tu novia no tiene eco. Me duele luchar por un mundo distinto en un mundo ciego donde si no compito y vendo mis aleteos, nunca encontraré un apoyo.

Y así estamos los músicos, promocionándonos en facebook, twitter... vendiendo a ultranza nuestro arte. "TIENEN QUE ESCUCHARME". Al final de camino quedan los de siempre. La realidad vence a los diferentes. La realidad quiere escuchar lo de siempre y a los de siempre. Quiere que distintos autores le canten lo mismo con distintos tonos, a menudo canciones que hablan de carencias, obras de teatro que repiten lo que han visto, películas que son remakes de películas más antiguas.

¿Cuál es nuestra opción? no se ni cuántos amigos míos actores son camareros, o cuántas bailarines trabajan poniendo copas o haciendo anuncios.... No se... Y ya digo que no es que sea difícil, es que parece que es imposible. Quizás es el país, la gente que lo habita. Quizás sea un discurso cultural que siempre fue así en estas tierras.

Todo es complejo. Uno no sabe si es que es malo haciendo su labor o si es que la sociedad no quiere escuchar los mensajes que el artista distinto ofrece o si es que en realidad no se quieren artistas que narren aspectos que confronten. Incluso puede ser que no se quieran soñadores, también puede ser que no queramos personas distintas, que sobresalgan (Resquicios evidente de nuestra ley educativa LOGSE y tantas otras). Quizás no es nuestro lugar, quizás España sea el peor lugar del mundo para ser artista.

Y así parece; dicen muchos que han viajado.

Y entre todo eso estoy yo. Sintiéndome como un héroe en búsqueda ciega de su éxito, convencido hasta la médula que quiero hacer lo que siento, aunque también sienta lo pedagógico como aleteo... Pero ahora, cerca del final de un año que se desvanece, en una mano tengo la música y el teatro y en la otra habitan mis estudios de pedagogía.

Y se que si abandono la música, el soñador se vestirá de negro y dejará de existir. Y es importante justificar (aunque parezca estúpido hacerlo) que el soñador no es un loco que no quiere trabajar... todo lo contrario, es la esperanza de los hombres grises que habitan este mundo, los soñadores luchan por los demás, pues sus sueños en génesis son los sueños de una humanidad distinta... aunque a veces termine siendo un individuo apático y esquivo... pero entiéndanle... sólo ha recibido rechazo.


¿Cuál es el lugar posible de un artista? ¿La incomprensión? Ser un pobre trabajando de cualquier cosa porque no puede dedicarse aquello que estudió y para lo que se formó... Entendemos que el caso muchos músicos, es el caso de gente que ha estudiado 12 años de piano... "¡¡¡Señores!!!!" ¿doce años estudiando algo para ser cualquier otra cosa? Y no lo comparo con un médico o un maestro que ha estudiando y está trabajando de dependiente. No tiene nada que ver. Ahí entran motivaciones personales, situaciones culturales y familiares, de alguna manera y en  algún lugar pueden encontrar un sitio (quizás ahora la cosa, esta mucho más difícil).

¿Para qué cantan los poetas? ¿Para qué bailan los danzarines? ¿Para qué el arte?

Cada vez que un artista abandona su sueño, pesa más lo contundente.


Cada vez que un artista abandona su sueño, la vida es más monótona.













domingo, 7 de octubre de 2012

Pedagogía Del Ocio: La cercanía como condición pedagógica del ser.


Primer bosquejo
Pedagogía Narrativa del Ocio



No hay máxima en educación que transitar el cuerpo, la cercanía. No hay otra en la ciencia del eco interior que supone la pedagogía que caminar en pro de la esencia, del mundo personal que habita uno. No hay nada más cierto en el camino pedagógico que ofrecer, ofrecernos la posibilidad de transitar primero del ser , más tarde aprender a parecer para finalmente aprender a estar. En el estar reside el cuerpo. Ese viajero que tanto ha visto, olido y probado. En el estar1 habita el reino del ocio, es en ese tiempo de no acción donde uno se enfrenta a sus miedos; porque los miedos no se detectan en la vorágine de la lluvia de la misma manera que no se diferencian las olas en la tempestad.

En la orilla de la consciencia habita un leve suaveo que nos acaricia los pies y es, en ese cosquilleo, donde el sujeto puede distinguir entre tierra y mar, entre fantasía y realidad. Ahí está- se repite- aquello es agua, emoción y esto otro es tierra, mismidad. El coraje, la valentía necesaria para abandonar sus pies al agua lo entrega la confianza en su proyecto interior, en aquello invisible que circula más allá de las venas. Y ese leit motive se aprende con la acción, creando hábitos en continua reflexión; aprendiendo a abandonar la rutina cuando aquélla nos duerme y aprendiendo a dormir cuando todo lo exterior carezca de referente.

<<...No hay palabras para aquello, decía un romántico; poesía se hace con la nostalgia y el recuerdo; la emoción se mueve, se grita... no se puede coger aire con las manos, no se puede meter aire en los bolsillos...>>

No hay nada más cierto en pedagogía del ocio que aprender a estar, a resistir y luchar. Aprender a conocerse. Y en ese trayecto personal habría que formular la posibilidad de aventurarse en mundos alternos, en fomentar la idea de la valentía como condición pedagógica del ser. De fomentar la conquista y la aventura en detrimento de la rutina; de promover la imaginación frente a la sumisión. De primar la acción frente al espectáculo.

En el siguiente ensayo se formulará la idea de cómo el ocio nos puede ayudar a ser personas más originales. Cómo dentro de él aprendemos a conocernos y a expresarnos según nuestra naturaleza interior.

El presente ensayo, no es más que eso, una tentativa que pretende abrir caminos de pensamiento alternativos que nos permitan formar a nuestros alumnos en mundos distintos a los que la escuela y la sociedad nos tienen atados.

Dicho esto y habiendo escrito lo que escribí; salgo ya la calle a crear islotes de felicidad.

1 Entendemos por “estar” la experiencia contraria a la huida, que resulta del resistir un empuje de fuerza mayor. Estar, en el sentido pedagógico del ocio hace referencia a la “consciencia y responsabilidad que uno tiene sobre su proyecto de vida y la valentía necesaria llevarlo a cabo”. Estar en un sentido Aladúrico es “quedarse bajo la lluvia hasta ver nacer de su olvido los colores propios del arco-iris”    

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Entender un ensayo de pedagogía y ocio, resume la necesidad de ubicarse en la línea narrativa que ambos términos reúnen. Si atendemos a la pedagogía como “un discurso a través del cual el hombre consigue adueñarse de la cultura transformándola, así como una relación donde el adulto ofrece al otro la posibilidad de ejercer su libertad privada gestando como punta la originalidad precisa de su ser”; su relación con el ocio es tremendamente importante y fecunda.

¿Qué es el ocio para el ser humano? ¿Qué importancia establece el tiempo que una persona vive con que éste sea una vivencia consciente? ¿Cómo se puede educar el hábito de un ocio saludable? ¿Qué es entonces, “ocio saludable”? Estas serán algunas de la preguntas que el presente ensayo pretende abrazar, no sin antes advertir que su enfoque será muy reducido limitándose a entender el ocio como “tiempo de no acción1 donde el individuo es capaz de volcar sus inquietudes y preferencias, así como rémoras, miedos y esperanzas”. El ocio es, de entrada una necesidad que el individuo no puede ni debe negarse. Negar el ocio es negar el tiempo donde el sujeto es capaz de “negociar la pérdida que supone habitar por la naturaleza”, es asimismo, el tiempo donde el ser humano da cuenta clara y existencial de las sensaciones vitales que le inundan2.

El tiempo de ocio, es un tiempo de quietud, de observación. Es un lapso donde el ser humano se separa de lo normativo para dar rienda suelta a sus deseos internos, un espacio de libre acción desde la libertad de no “terminar su proyecto” para que este sea visto, medido y filtrado por la sociedad; sino, simplemente, para habitarlo y desarrollarse a través de él.

Así pues, un rica cultura del ocio pretenderá situar al sujeto frente al tiempo para que sea, a través de éste, lo más consciente posible de las posibilidades que todo tiempo esconde; y que no caiga en un desgaste de rutina pasiva donde sólo sea un mero depósito de imágenes muertas y palabras anquilosadas.


Permitir que el ocio sea sólo ocio consumo, advierte la emergencia de negar un abanico posible de acción y desarrollo del individuo. El ocio consumo, el que se distribuye en grandes almacenes o el que se oferta en la programación televisiva, sólo es la cara de un poliedro cultural que estimula la creación de un ethos social donde el sujeto se afirma socialmente y encuentra un oasis existencial de referencia; pero no puede, la carga ociosa del individuo restringirse a consumir pasivamente un producto como mero espectador de sus actos, pues el hombre es ante todo, un nacimiento; un por venir; una apertura hacia la diferencia. Recordando lecturas de Hanna Arendt, tintinean en mi cabeza reflexiones traídas de ella como que el hombre es un ser que ha venido a comenzar algo nuevo. 

La tesis de este ensayo sitúa pedagógicamente la necesidad de un ocio rico, de un ocio donde el niño sea capaz de aceptar y asimilar la responsabilidad que exige el estar viviendo un tiempo único y propio. Porque de los dolores existenciales, más punzantes y econográficos  aquél que Sarte llamó "agonía del ser" marca su verdad en que el hombre, dentro de su fuero interno, siente la responsabilidad de sus actos y se yerguen frente como gigantes acusadores, espejos de consciencia que muestran, sin maquillaje,  las consecuencias de las decisiones tomadas y las sombras de las valentías mutadas. (el próximo ensayo se titulará "la valentía como condición pedagógica del ser")

Por tanto la práctica de una cultura del ocio donde premie la vivencia responsable de ese tiempo exigirá la misma responsabilidad en aquello que no es ocio. Es decir, el cómo tratamos nuestro tiempo del ocio, está íntimamente relacionado en cómo tratamos el tiempo de nuestras responsabilidades. (En este bosquejo narrativo no podemos olvidar que NEG-OCIO es la negación del tiempo ocio). 

Trabajamos para tener ocio; el niño estudia para tener ocio y además de estudiar para tener ocio; juega. Pero el juego, no es ocio tal como lo entendemos en esta tesis. el juego sitúa al niño en la realidad, posibilitando su acción con sentido inmediato y personal; invierte su ilusión y creatividad en una relación libre pero normativa donde existen reglas y su creatividad se siente amenazada y humanizada. El juego es así, el primer trabajo el niño, trabajo donde debe cumplir una serie de reglas y normas para obtener un fin: sea este; sentirse parte de un referente infantil y haber saciado sus inquietudes creativas, interpretativas y personales.

Si el trabajo es la actividad a través de la cual el hombre se inscribe en la sociedad, sea el juego quien introduce al niño entre otros niños que serán, el día de mañana, adultos trabajadores. Comprender el ocio como un estado de libertad y vocación presumen que en ese ocio el niño atienda a la necesidad de transformarse ese espacio de no acción.

¿Qué sucede en el tiempo de no acción?¿ Qué sucede en el tiempo cuando el tiempo no es reloj? ¿Trabajamos para tener ocio?

Los maestros... ¿podemos entender lo que supone a un alumno estar estudiando todo el día? Y nuestro rechazo habitual a que juegue en vez de estudiar... Para qué sirve estudiar? Acaso nuestro obsesión por decir "hay que estudiar" en otro introyecto pedagógico? 

Hace algún tiempo trabaja entre maestros y psicólogos y me impresionó ver que muy pocos de ellos, al llegar a casa, estudiaban, leían o reflexionaban acerca de los fundamentos pedagógicos... y veía como tampoco se formaban, ni asistían a cursos... Solían llegar de trabajar y ponían la televisión o se iban a tomar algo. Yo le decía: ¿Cómo puedes decirle a un niño que no juegue si tu tiempo de ocio lo estás tirando a la basura?

no es un maestro un ejemplo encorporizado? No es el pedagogo un referente dentro de la coherencia ser-estar-parecer? 

Hubo un tiempo que lo luché. Luego tuve la caída típica de aquél que por sentirse parte de algo, prefiere dejar de ser, para tan sólo parecer y así no sentirse islote. Más tarde volví a la esencia infantil, aunque aquélla es otra historia. 


Más tarde escribiré acerca de la relación con la familia, así como la historia del ocio y de cómo el arte, o más bien, una práctica aladúrica del arte puede ayudar a presenciar el arte como transformación y sanción. 

Aunque esto será más adelante. 












1 Entendemos “tiempo de no acción” como el tiempo que resta de las obligaciones del sujeto. Sea éste “el tiempo dedicado al trabajo, así como el dedicado a la cultura de la familia y el dedicado a las relaciones sociales.

2 Tengamos en cuenta la experiencia de surge a través de la agonía u otras experiencias emocionalmente negativas. Uno siente el rechazo cuando le rechazan así como la incomprensión cuando nadie le escucha; pero en el tiempo de ocio es donde uno puede aventurarse a la comprensión de todo aquello y puede aventurarse a desenmascarar las excusas que provocan esas emociones.


jueves, 27 de septiembre de 2012

Introyectos infantiles antipedagógicos: No hables con extraños



La Pedagogía se diferencia de tantos otros discursos que versan sobre la condición humana, por el tipo de mirada que proyecta;  siempre dirigida hacia el desarrollo de la libertad y la consciencia del sujeto. 

Lo pedagógico, así entendido, es considerado un discurso celoso, un versar que desconfía de la respuesta dada, pues lo pedagógico conoce la paradoja del observador que observa, entiende que no puede dar una respuesta cerrada al entendimiento de un sistema, una parte del sujeto que observa al sistema desde adentro. O sea, recordando palabras de  Heinseberg: "es imposible que el hombre comprenda la vida, de la misma manera que es imposible que un pez conozca la belleza del mar". 

Aunque más tarde nos dedicaremos a dar ciertas aproximaciones acerca de qué es la pedagogía postmoderna y qué tipo de discurso pedagógico esta naciendo; este inicio sólo solicita un marco para comprender lecturas posteriores. 

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Eran las cinco de la tarde y estaba a punto de entrar por la puerta del portal de mi casa. En ese momento aparece una madre con sus dos hijas; les abro la puerta y les digo que pasen primero; La niñas avanzan y cuando están cruzando les digo "buenas tardes chicas". Ellas no responden y la madre, sensiblemente molesta, tan solo me lanza una mirada desafiante. Sin dirigirme una palabra ninguna de las tres, prosiguen su andadura y yo, marcho pensativo. 

¿Es bastante común esta escena, no? De pequeño se nos dice "no hables con extraños". Y aquí encuentro un primer introyecto antipedagógico. Un introyecto es aquello que nos han dicho de pequeños y nos hemos tragado sin discutir, por ejemplo "Hay que trabajar para ser alguien en la vida" " las mujeres son .... " " no confíes en nadie"...  Estas pequeñas incursiones lingüísticas se quedan dentro de nosotros y dirigen la toma de muchas decisiones de nuestra vida. 

¿¿No hables a extraños??? entonces ¿sólo hay que hablar con quien conozco?.. 

Otra de las particularidades de lo pedagógico es que siempre "pesa más el pasivo que el activo de lo que se dice", es decir, la pedagogía atiende al cómo, al susurro que siempre viaja con el comunicador. 

Decir no hables a extraños (a expensas de obviar el modo en que la persona lo dijo "asustado, tranquilizando, en contacto con el niño, desde un teléfono a 1000 km de distancia y con la voz quebrada) supone que el adulto le dice es frase neutralmente (imposible hazaña pese a que todas las leyes educativas de este país y de prácticamente todos consideran lo pedagógico como una práctica fundamentalmente normativa). 

¿Qué quieres decir esta frase? "No hables con extraños"

- Los demás son malos, desconfía de ellos.
- Saludar muestra debilidad
- La vida es prevención, previsión. 
- Quieren algo de ti. 
- Ciérrate a las experiencias (a los de repentes pedagógicos) y ve abriéndote lenta y cautelosamente 
-... 

Y es así, esta pequeña frase incluye tanto mensaje oculto... Y sin embargo la seguimos usando padres y maestros. Mi pregunta ahora es ¿el problema esta en la frase? Hay algo malo en decirle a un niño "no hables con extraños"? Sin duda la madre o el padres lo que le quieren decir al niño es, "hijo, hay gente mala en el mundo que te puede raptar o hacerte daño". Como hay 2 de cada 1000, prefiero que no hables con ninguna, así ASEGURO que estés bien. 


Otra particularidad del discurso pedagógico es que atiende a que lo que los pasos de un hombre, son los pasos de la humanidad. Y en este sentido, no se puede educar en paz con el miedo a un secuestro; de la misma manera que entiende que si los niños aprenden a mirar con confianza al mundo, no desconfiarán más tarde de él. 

Entiendo el miedo de los padres. Otro aspecto importante en el discurso pedagógico actual es comprender que tras un niño a un sistema familiar y que tras un padre se esconde, a su vez, un hombre que fue hijo. Esto lo solemos olvidar, y vemos a los padres deshumanizados, lejanos a las vulnerabilidades propias de un sujeto en experiencia.  

Entiendo los miedos de los padres, sin ellos sería una pedagogía ciega y soberbia. Así como también entiendo que hablar sobre una frase neutral tiene limitaciones. Pues no se puede generalizar en educación ya que la pedagogía es puramente contextual. No tiene ningún alcance lo escrito, lo pedagógico no trata de convencer; tan solo de crear ecos para que el sujeto observe y decida.

Por eso, todo esto no es más que una invitación a la reflexión  sobre este tipo de introyectos, sobre estas particularidades que a veces parece que son nada y más tarden se transforman en algo complicado. 

¿Por qué tanta importancia en ser conscientes de los introyectos? ¿porqué tanta importante en no crear esas cegueras en los niños?  Aquí usted ya debería estar pensando sus respuestas... 


Quizás porque saludar es recibir al otro, es mi relación con el otro, con el mundo que yo construyo. El otro es un puente hacia el conocimiento de mi mismo... 
También porque saludar al otro hace que sonría y yo sonrío, porque saludar al otro hace que me sienta acogido, porque saludar me hace formar parte.... 

Y por último, y ya para despedirnos. No hay nada seguro en la vida;  

"la vida es un de repente"

Aunque esto lo trataremos más tarde.