sábado, 10 de agosto de 2013

¿Elegimos con la cabeza o con el corazón? Cómo tomar la decisión correcta.

Pasa a menudo que tomamos una decisión y por alguna extraña causa, el eco de ese impulso nos acompaña durante un tiempo. Asoma a través de las preguntas ¿habré hecho bien? ¿ Es esto correcto?

Sin duda, tomar una decisión trae una factura asociada, una abanico extenso que en forma de juicio nos sitúa en una realidad incómoda que la mayoría de las veces nos ubica entre dos mundos que no terminan por cerrarse. Así, estamos entre lo que deseamos dejar atrás y lo nuevo, que no se termina de abrir debido a nuestra incapacidad para confiar en lo que vendrá.

Es difícil, lo se. Es complicado separarse de lo desconocido y aventurarse en lo que será. Pero ¿qué nos pasa para tomar decisión y estar en constante diálogo con el juicio?

Cuando decidimos podemos hacerlo desde varios lugares. No es sólo la cabeza (el intelecto, la razón, etc) quien toma las decisiones. Muchas veces lo hace el cuerpo, otras veces el "espíritu" y otras el mundo emocional.

Sinceramente creo que no sabemos diferenciar (en realidad nunca nos enseñaron) qué centro motores nos hablan; de esta manera solemos ponerle toda la atención, darle primacía a la cabeza. El intelecto decide dentro del campo para que el que fue nacido. Hunde su dominio en acontecimientos que precisan saber de las consecuencias de nuestros actos, cuya ética se basa entre el bien o el mal. Distingue, clasifica, ordena, valora, etc. De esta manera nos ayuda a comprar un coche cuando tengamos dinero o a no caminar descalzos su hay cristales en el suelo.

Pero hay otro orden de experiencias vitales que no pueden ser medidas a través de este velo. Un orden de movimientos internos que nos están situando más allá de la realidad conocida, un bosquejo titubeante donde anida lo mágico, lo inexplorado, lo inefable. Ese lugar aún no esta bajo el imperio de  la palabra. No puede ser descrito, lo pasos no se pueden prever, ni planificar. Es el mundo de las decisiones traídas desde el corazón, desde lo invisible, desde aquello que cada uno sabe que es mejor para si mismo.

¿Qué nos pasa para decidir y no estar convencidos de lo que hemos hecho?

1. Tenemos miedo al juicio. Sin duda nos aterra que es lo que pensarán los otros de nosotros. Expresarse es un acto de valentía tremenda y habitualmente el resto de la gente que nos acompaña suele preferirnos iguales que distinto. Los amigos distintos, inquietos nos ofrecen un espejo incómodo. Así que antes de que me digan si esto esta bien o mal. Prefiero no decir nada. ( a este respecto hablaremos más adelante en un post llamado: ¿ Te has acostumbrado a tu jaula? Lo que ves no son ventanas, es el espacio entre tus rejas)

2. Tenemos miedo a lo inexplorado: Allí, más allá de lo que conocemos se esconde una orbe de escenas imprudentes que abren un universo de experiencias por vivir. En ese mundo de nuevas maneras, nuestro disfraz cotidiano se desdibuja. ¿ Qué me pasa si me enfrento a la soledad? ¿Qué pasa si me enfrento a la compañía? Pasan cosas nuevas, pasan cosas nuevas y la necesidad de comprenderlas. Pasa que tengo que rellenar de vuelta con nuevos significantes aquello que me rodea, explorar nuevas emociones, nuevas maneras de sentirme en el mundo.

3. ¿Quién decide por nosotros? Este tema es interesante, a mi sentir. A menudo no podemos dar un paso porque nuestra cultura y sobre todo nuestra familia no lo consiente. Tenemos que ser fieles al sistema familia. Digamos, en resumidas cuentas que lo que todo ser humano quiere es el amor de su padres, gran parte de nuestras decisiones o bien provocan rechazo o bien hace que se sientan satisfechos. En cualquiera de estos dos  casos esas decisiones están relacionadas con el ser queridos o visto por nuestros progenitores y a la vez por nuestro sistema familiar. A menudo, los hijos solemos hacer cosas que nuestros padres no ser atrevieron a hacer. Y lo hacemos con amor e un hálito de decirles "papa/mama yo lo hago por ti". Lo más natural es que el sistema no nos deje hacerlo, es un espacio prohibido. Esa prohibición por hacer lo que queremos por nuestra familia fue a su vez vetada por nuestros bisabuelos a nuestros abuelos y así en una red sistémica y meta genealógica. Por tanto cuesta esfuerzo y sudor. Aunque meternos aquí es abrir otra discusión digamos que es preciso aceptar que nuestras padre lo hicieron lo mejor posible, que les queremos y que agradezco lo que me habéis dado; Pero es momento de seguir caminando yo mirando al futuro y no mirado a lo que fue.

Volviendo al tema. Un chico deja un trabajo "ideal" para pasarse a un trabajo donde siente que va a estar mejor. No sabe porqué, pero siente que allí será feliz. Que los compañeros y el espacio no le limitarán y a su vez, que el público que recibirá su producto será más afín con su objetivo vital y no tendrá que estar peleándose por encontrar un sitio(1).

Toma la decisión (luchando contra todo su arsenal intelectual) y decide ponerse a caminar.

Días después asoma el miedo (2) quien le pregunta ¿has hecho bien? ¿ no quieres rectificar?. Tomar un decisión tiene esa factura asociada. El impulso primigenio, la matriz inicial de nuestro paso al ser pensada se desdibuja en mil posibilidades. La duda esta servida. Me quedo inmóvil.

¿Quien decide por nosotros? Nuestros Padres. El ideal de que la "vida es esfuerzo " o "la vida es aguantar y trabajar". ¿Quién mueve el impulso de nuestro andar? ¿De quién tomamos la fuerza?

Algunas decisiones son la necesidad de nuestro corazón, y su mundo es el bienestar. Su mundo no se mide ni se calcula, ni se prevé. Sólo puede ser sentido. Confirmado tras una respiración, la sensación de felicidad y convencimiento con que te estás siendo fiel.

Propongo lo siguiente para decidir:

1. Lo primero es lo que verdadero. Aquello que tu estatus o tu máscara no ha sabido atajar ni filtrar a través de las palabras correctas. Aquello que aún no ha pasado por matiz de lo que debes ser. El impulso habita en el matiz de lo que quiero ser.

2. Confía. Mañana no existe. Mañana es un invento de nuestro cerebro, la enfermedad de una emoción que se desdibuja en un presente que se abre a cada instante. Confiar es sentir que a tu alrededor el mundo se abre. Confiar es estudiar, observar una rosa y aprender que por mucho que la gritemos, no va a crecer antes. Confiar es entender que lo viejo no da paso a lo nuevo. Confiar es comprender que venimos con una carga que no acompaña, que por su propio peso puede llevarnos al suelo o puede servirnos de pretexto para otear el horizonte desde mayor altura. Confiar es no saber lo que va a pasar y sentir la humildad de estar vivo.

3. Lo peor que te puede pasar en la vida es que no te pasa nada. Estar siempre en la orilla del mar, observando el oleaje, imaginando cómo debe ser eso del bañarse, reduce nuestras experiencias a conceptos. Creemos conocer algo porque lo pensamos. Pero también hay muchos tipos de conocimientos (así como muchos centro de movimiento existencial: ya dijimos: intelectual, emocional, motor y espiritual), y la experiencia de sentirse dentro del agua es indescriptible y ahí estamos los poetas tratando de traer al mundo de las palabras sensaciones que se escapan. Tratando de meter aire en los bolsillos.  Lo peor que nos puede pasar es ser lo de siempre. Es que no nos pase nada, es no tener nada que contar. porque el ser humano es un ser que necesita historias para desarrollarse. Para inscribirse en el mundo. Lo peor que nos puede pasar es no tener nada que contarnos, sentir que hemos vaciado la vida.

4. Allí habita lo mágico. Comprendamos. Aquí lo conozco. Aquí estoy yo con mis artimañas de sentir que lo controlo, que puedo con ello. No hay ningún escape y de haberlo lo nombro zona prohibida. Esto nos hace sentir la ilusión de controlamos lo que nos pasa al rededor. ¿Has probado el aprendizaje tan maravilloso que habita tras el miedo? ¿Has pensando que el miedo te esta llamando para enseñarte? ¿Has probado a dejarte nacer en un lugar des-nudo (sin nudos)? ¿ Has probado a no mirarte ni escudarte en el teléfono cada 5 minutos y dejarte sentir por lo dice el paisaje? Allí no hay máscara para mí. Ahí estoy yo, frente al mundo. Frente a lo desconocido, frente a nuevas emociones que lidiar, nuevos colores que nombrar.

Si tienes miedo al hacer algo nuevo. Estas haciéndolo bien. Pero no pienses demasiado, que razón y miedo no se llevan bien. La razón busca lo bueno para ti, pero el miedo: Quiere lo mejor.


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Notas al pie. 


(1) Estar en tu sitio: 


¿cómo saber si estas en tu sitio? Responde estas preguntas:

- ¿Enfermas?
- ¿Te sientes cansado?
- ¿Usas lo recursos que tienes a tu alrededor?

Si enfermas, te cansas y no usas los recursos (materiales y humanos) que están cerca de ti. No estas en tu sitio.

(2) El miedo, aunque escribiré pronto largo y tendido sobre él, no es más que la sensación que nos indica que algo nuevo va a suceder. Algo que nos ayudará a abandonar las habitaciones perdidas, algo que nos situará frente a nosotros como actores de nuestra vida, y no solo como meros espectadores.


domingo, 12 de mayo de 2013

Ascender de tu familia. La mirada sistémica



















Es muy común que digamos eso de "soy de descendencia catalana, aragonsa, etc". En este post vamos a tratar de ver cómo al decir que descendemos estamos poniendo la mirada en el pasado, y como esa manera de ver arroja culpa y pasadumbre a nuestro andar.

Al decir que descendemos, de alguna manera, sentimos que nos vienen dadas las maneras que nos definen, y nos sentimos segundos en el plano de la vida. Como que han sido nuestros ancestros quienes nos han hecho ser de ésta o aquella manera.

lunes, 15 de abril de 2013

Saber pedir. Equilibra tus relaciones de pareja.

Habitualmente en las sesiones de terapia me encuentro con algo que sin duda es viejo conocido mío. Sea: Saber pedirle a tu pareja. Cuando hablamos de saber pedir, hablamos de algo más profundo y potente, pues en realidad quien sabe pedir se está abriendo a la experiencia del saber recibir.

Suele suceder que uno del tándem amoroso es quien lleva las riendas, quien decide, quien pone el dinero o quien se regala más, en definitiva. Uno de los dos "da" más de lo que recibe. En este sentido solemos tener un fantasma, o también llamado introyecto, que es quien comienza a ofrecer desigualdad en la relación. Si bien es cierto que se podría navegar más profundamente en las razones y llegar a conocer porque soy de esa manera cuando establezco relaciones afectivas, existe una pequeña observación que seguro que podemos hacer todos. Esta es: saber pedir.

Saber pedir fortalece a uno y a la persona que con la que convive nuestro corazón. No pedir, debilita al otro y por supuesto a uno mismo. Cuando estamos acostumbrados solamente a dar o a cuidar indirectamente estamos creando una relación asimétrica con nuestro igual. Eso produce efectos muy dañinos para la salud del amor. Pues entran aquí mecanismos infantiles, donde un padre da a una niña o un madre a un niño. Pero el amor sincero, el amor de camino y horizonte, sólo puede existir entre hombres y mujeres, el amor maduro tiene que dignificar la posición adulta del amor. Así pues, tenemos que aprender a pedir para situarnos dentro de la pareja.

¿Qué quiere decir saber? ¿Esto no me situaría en un relación muy asimétrica y caprichosa? Claro, depende de lo que entendamos por pedir. Tanto el pedir como el dar son muy dangerinos cuando esa energía no se renueva y mueve. Una persona que pide que le acompañen al médico porque le da vergüenza o que le pide dinero a su pareja constantemente no es que solamente este pidiendo, lo más importante es que se esta impidiendo crecer y ser ella misma. Aquél otro que da y no pide nada a cambio también. Pues si damos protección, arreglamos la ropa o damos dinero esta debilitando al otro y no le dejamos crecer y formarse en persona. y en lo que respecta a nosotros, tampoco nos permitimos ser adulto. Pues un adulto no da sin recibir nada como gratitud. Ese adulto que da sin recibir es, en definitiva, un adulto con miedo a ser vulnerable. 

¿Qué puedo hacer con todo esto? ¿cómo lo aplico a mi pareja y el bienestar de mi relación? Pueden sin duda poner sus inquietudes aquí y trataremos de darle enfoque.

Nosotros sin embargo, proponemos el siguiente bosquejo que quizás nos ayude a darle marco a lo que intentamos explicar.

- Me dirijo a mi pareja como "pobrecita" ella sufrió mucho: Esa manera de relacionarnos con ella la debilita y nos sitúa en un amor ciego. Lo mismo sucede cuanto la tratamos con diminutivos. Por ejemplo (Marianita).
- Cuando necesito algo y mi pareja se ofrece le digo: Deja, ya lo hago yo.
- Siempre que salimos: pago yo la cuenta
- Mi pareja me cuenta sus "problemas" y yo escucho pero no la acompaño desde el corazón y me limito a escuchar como si fuera un contenedor
- ...

Aprender a pedirle a tu pareja, y aprender a dejarte ser. Pedir que nos ayude, una ayuda desde el corazón, una escucha emocional. Aprender a pedir, a compartir.

Si bien es cierto que ahora tendríamos que establecer un poco mejor qué es eso de pedir. (pedir que cambie no sería algo permitido, pues pedir que cambie la persona es que estás buscando otra, entonces el trabajo a realizar sería porque tú estás en una relación que a los ojos de tu corazón,  es imposible).

Atendamos pedir como dignificar el amor que nos sucede, pedir como situarnos en la vulnerabilidad del depender, pues aprender a pedir nos ayuda a ser independientes, desde la aceptación de la dependencia del otro.


lunes, 11 de marzo de 2013

Maestro: Pon tu energía en quien te escucha



A menudo los maestros o artistas solemos fundamentar un error de base. Esto, en realidad está imbricado con una extraño mecanismo que parece caracterizarnos hoy en día. Quizás es porque no nos acostumbraron a recibir cosas bonitas, quizás es que nos gusta el lodo, quizás es que nos sentimos incompletos o quizás, necesitamos sentir que todo es perfecto y eso nos imposibilita.


Sucede dando clase o un espectáculo. El maestro, el tallerista, el facilitador o el artista está frente al público y de pronto alguien no esta atento; alguien reacciona de manera que sentimos que nos está atendiendo a nuestras lecciones o nuestra canción. Entonces, ponemos toda nuestra energía en que esta persona que no atiende, lo haga.


¡Con toda la falta de respeto que supone eso! ¿queremos lo mejor para él o para mí? Quién necesita eso? ¿Necesitas que el otro sea feliz o que tu ego reluzca?


Los maestros solemos decirle al niño: ¡Atiende! Si nuestro tacto es mayor hacemos juegos para que no sea la atención la que nazca de él, si no para asumir que la responsabilidad del proceso de aprendizaje es compartido. Sin embargo, mientras gastamos energía, enfadándonos en porqué ese niño o esa persona del público no estaba imbuido: Perdemos el respeto por quienes nos escuchan.


¿Porqué sucede esto? Quizás la respuesta no tenga tanta importante como lo tiene la pragmática solución. ¿Para qué necesito que todos me escuchen? ¿Para qué gastar energía en quien no está disponible?


Y los maestros o comunicadores, enojados no conseguimos salir de eso. Cuando pones tu energía en lo carente, olvidas lo posible. Ver sólo quien no escucha y llevártelo a lo personal es una de las competencias que el maestro debe asumir, y es necesario que comprenda que el hecho de que no te escuchen no quiere decir que no sepas hacer bien tu trabajo. Puede ser que no esté disponible; a veces los seres humanos necesitamos estar en otros lugares en vez de en la palabra del otro. Entenderlo es aprender con el otro.

Quizás si que podrías decirte ¿porqué me obsesiono con que TODOS tienen que escucharme? ¿porque me llevo al lado personal esta situación?¿ Porque me fijo en lo que falta o no en lo conseguido?


Maestro! Artista!: Pon tu energía en quien te escucha, no en quien no está disponible.


jueves, 28 de febrero de 2013

¿Tus miedos? Tus posibilidades

Ves aquello sómbrico, aquello que habita como ausente, que se viste como al ras cortado por un gélido lazo de espesura y niebla. ¿Lo ves? ¿ Lo sientes? Se deja conocer porque tras su rostro asoma un engranaje a priori inmóvil; carga sobre su espalda una densa capa de palabras indecibles. Huele a desconocido, a imposible. Es casi una locura darle forma, textura, sitio... Quizás porque se conjuga con la misma gramática con la que se conjugan los abismos, los precipicios o las abislálicas fronteras,  todas aquellas quienes portan, tras sus limites, la apertura de un mundo por des-cubrir.

Primero se siente como freno, entonces el corazón palpita haciéndole presente al férreo director de orquesta, que está comenzando a dar paso una emoción. Ahí, el cerebro confuso; trata de poner orden a esa torrente de sindecires y retahílas invisibles. Hunde más la presión sobre las arterias y hacen su aparición soldados convertidos en jueces exigentes que buscan la protección de la costumbre pensativa. ¡ No lo hagas! ¡ no cedas! ¡no escuches la voz que desde el vacío te llama! Reside en tu ego, reside en lo conocido.

El calor se hace tembleteo y tan sólo puedes agazaparte tras tus trincheras. Inmóvil  deseando  de una vez por todas ese ataque culmine y puedas sentirse a salvo de nuevo. El miedo se hace más fuerte cuanto más te escondes de él. Su fuerza reside en nuestra incapacidad para verlo. Es así como se hace gigante. Normal, ¿verdad? ¿A qué se le puede tener más miedo que aquello que no tiene forma? A medida que nos escondemos en nuestras rodillas, asoma su aliento por detrás, congelándonos por completo.

Tómese nota del osado, que sin darle verbo a esa apariencia, discurre como poseído arramplando todo en su andar, con su mirada puesta en un objetivo claro: Cruzar esa sala llena de él mismo. Tal personaje, al llegar, nada ha visto, en nada se ha detenido. Pues tan sólo quería pasar el mal rato. Pero quizás los malos ratos no hay que pasarlos; quizás los malos ratos... hay también que habitarlos.

Ahora asoma el valiente. Se levanta frente al miedo y lo observa. Se queda prendado de su particularidad, del complejo cúmulo de piezas que le conforman y simplemente: Valiente y miedo, se miran. El uno intenta despavorido hacerse ver, es tan grande la energía que contiene y tan poco el espacio que en su vida le han dado que no sabe usar otro lenguaje que el de la energía creativa. La energía de la presencia. Sus brazos son como los de un adolescente que no controla su fuerza. -Es eso- Comprende el valiente. El miedo es como un lobo con quien nunca jugaron (como muestra la película de Big Fish). Así crece él, sólo, descuidado, sin nadie que le peine, le acaricie, le tome en cuenta... ¿Cómo se sentiría cualquier persona así? ¿cómo te sientes cuando no te nombran?¿Cuando no te cuidan?

Sin duda el miedo se hace ver, y lo hace leal a su esencia. Pues es el quien nos hace caminar, crear, actuar, imaginar, inventar. De él nacen las raíces del árbol de la creatividad y aladuría. Es el miedo quien no avisa de la tempestad de lo desconocido, quien nos ayuda a reconocer cuando algo va a merecer esfuerzo, es él quien nos empujo hacia el hábito de lo improvisativo, quien crea un celoso pensar sobre todo aquello que llamamos seguridad.

Todo aquello que es nuestra "zona de seguridad", allí donde el reino del pensamiento y los conceptos anidan y caminan a sus anchas no hay aprendizaje. No hay nada nuevo.

Tras el miedo habita la magia, habita lo diferente. Miren por un instante todo eso que llamamos miedo, y digan "tengo miedo a la soledad" y luego también digan "deseo la soledad". Posiblemente al decirse "deseo la soledad" aparezcan numerosas posibilidades, sensaciones nuevas, emocionen que nos sitúan más allá de lo cotidiano.

Recordemos: No podemos saber qué hay tras una decisión. Sólo podemos saber lo que sentimos al tomarla. Y que tras ella vendrá algo nuevo, diferente. Algo que nos hará sentir distintos. Que nos vestirá con un nuevo vestido, con un nuevo lenguaje. Cuando empezamos a pre-decir qué me sucederá tras esta decisión nos perdemos en las fantasías que a nuestra mente tanto le gusta construir.

Por eso, si sentimos miedo, aprendamos a sentirlo, dejemos que nos atraviese, que nos inunde y nos empujo. Tras él encontraremos un mundo nuevo, un mundo lleno de posibilidades, de magia.

Un universo donde quizás dejemos de decir eso de "ufff... me nos mal.. y pasó este mal trago" y consigamos, con confianza, sentir "vaya! mira quién vino... a ver qué me vienes a enseñar"

martes, 26 de febrero de 2013

Hazlo "como sí"

Habitualmente en los cursos que imparto y por mi experiencia en el mundo de la pedagogía he observado lo importante que es "dejarse la piel" haciendo algo. Cuando digo dejarse la piel, me refiero a entregarla, a dejarte llevar hasta el extremo por lo que puedes llegar a ser y no por lo que eres ( o más bien, crees que eres)

Ahí reside el poder mágico de la imaginación, del aleteo creativo. En el instante que dura la experiencia creativa, puedes ser lo que quieras. Porque cuando haces algo y ese algo esta invadido por el miedo y la inseguridad, obtienes resultados que son precisamente la respuesta a lo que "crees" acerca de ti.

Pasa mucho cuando la gente canta: No se atreven a soltar la voz que llevan dentro y se escuchan débiles. Enseguida aparece el juicio y dice: -¡Ves! ¡no sabes! ¡no puedes! ¡no debes!

Sin embargo, en cuanto la persona abandona esa inseguridad, ese juicio y se deja llevar "como si" fuese  un cantante profesional, o "como si" fuese un individuo libre y ajeno a la exigencia, brota espontánea una fuerza que le lleva a conectarse con aquello que vive bajo sus miedos. Toma es fuerza y la expresa,  con una pureza y contundencia aplastantes.

Por eso, canta "como si" supieras, porque sabes. Baila como si supieras, ¡porqué en realidad sabes! No nos quedemos con cómo canta el otro, con cómo hace el otro. Busca una mirada que te acaricie y te suavice por dentro y permítete ser. Eso es una de las maravillas escondidas del arte en general y más concretamente del arte aladúrico.

Aunque será motivo de otro post escribiré sobre "la importancia de  recibir clases de algo que no sabes para ser un buen maestro" es fundamental que sintamos límites, incapacidades, miedos. Cuando lo tengamos dejémoslos bailar y observemos como "eso" que no nos deja ser, tiene su sitio. Entonces, mágicamente, dejará de ser un bloqueo.

Al hacer algo, hazlo como sí supieras, como si fueses "el mejor". ¡Porque en realidad lo eres! Eres lo mejor que puedas ser, importante imaginar dentro de ti la imagen que estás proyectando, cómo crees que te estás viendo desde fuera. Usa una mirada agradecida, gentil, calmática. Y no escatimes en fantasía.

Hazlo como sí, ayúdate de un personaje inventando por ti. Proyecta la fuerza de la posibilidad y no de la carencia. El concepto que tenemos de nosotros podemos crearlo con tristeza, con límites con posibilidad. Y estamos muy acostumbrados a llamar mirarnos con cierta imagen de humildad denostadora  y no nos decimos nada bueno a menudo. Tenemos vetado el campo de decirnos: ¡qué bien hago esto o aquello! No solemos decir eso, pero no tenemos problemas en juzgar oscuramente nuestros actos emotivos espontáneos; y resuena dentro de nosotros - Tenía que haber hecho esto en vez de aquello- y lo peor de todo es que a eso lo llamamos "ser objetivo". No. No es objetivo quien dice las cosas malas, ni si quiera quien la dice. Es imposible ser objetivo, básicamente porque somos sujetos que el ver imprimen sus emociones en lo que están viendo y lo que esta siendo visto cambia la mirada de quien ve.

Porque no pruebas a decirte: Yo se, yo puedo. Y te lanzas a la experiencias. Te esperan cosas preciosas,  te lo aseguro. TE espera un mundo nuevo, de sensaciones nuevas, de impresiones nuevas, de emociones distintas. No te quedes con lo que dices de ti, inventa un personaje y más tarde regresa con él a la realidad que habita. Cuando cantes, canta. Cuando bailes, baila. No te quedes a mitad de camino. la libertad no se intenta, se camina y siente en cada paso. Deja tu huella en el suelo, pisa y fuera y ten la confianza de de decir: Esto es mío.






lunes, 25 de febrero de 2013

Encuéntrate con tu voz. Curso Regular





No crean que es un curso destinados a gente que sabe cantar. Es quizás, todo lo contrario. Es un curso en el que los asistentes simplemente se encuentran con ellos mismos. Con su VOZ, y con ella y junto a ella, se transforman y descubren.

La voz posee la particularidad de envolvernos en el mismo proceso de aprendizaje. Nos permite estar en lo que decimos y lo que escuchamos a la vez. Es tremendamente valioso poder ver y sentir esta experiencia. En el curso hay una parte que es teatral y otra que es cantada. La cantada es puramente improvisada. El cantar improvisadamente los ofrece el vértigo de tener que decir porque si no te caes. Gracias a eso tomamos más consciencia sobre nuestras posibilidades  nos ayuda a reírnos de nuestros fracasos y nos permite ver el tesoro escondido que habita tras nuestra desconfianza. Nos conecta con la sorpresa.



Para más información. Os dejo el esquema del curso.



Encuéntrate con tu voz

Curso regular 2012-2013

El curso tiene por deseo generar un espacio de aprendizaje y comunicación entre los asistentes y el tallerista. Se buscará, por encima de todo, ofrecer un ambiente de comunicación y respeto propicio para la práctica de una comunicación sana y activa. Un espacio de transformación a través de la música. 

Los objetivos generales a conseguir están encaminados a: 

1. Fomentar una mejor relación con la voz 
2. Ofrecer herramientas de observación y transformación a través del trabajo con el cuerpo y la voz

Más específicamente: 

Fortalecer las potencialidades de los asistentes
Generar un ambiente de comunicación sincera y sana
Fomentar la práctica espontánea en la resolución de conflictos
Fomentar la creatividad del universo musical
Ayudar a perder la timidez y reconciliarse con la voz propia. 
Fomentar situaciones de encuentro con el resto de los compañeros 
Educar la mirada y la escucha
Fomentar las situaciones necesarias para formar un laboratorio de experimentación conjunto. 
Reconocer las emociones vinculadas a la voz
Ofrecer pautas de salud vocal 

Todo eso lo trabajaremos a través de: 

Trabajo de la Voz y la Palabra. Teatro Improvisado, Canto Improvisado, Escucha Activa, Ejercicios de percepción y relajación, Psicodrama, Escritura creativa, Teatro Espontáneo. Movimientos Sistémicos. 

Para más información 
www.danzapalabra.org o escriban un correo a danzapalabrapedagogia@gmail.com 

Julián Bozzo es músico, cantante y pedagogo artístico. Lleva desde 2003 desarrollando talleres de música e integración social en la infancia como artista de la Fundación Yehudi Menuhim. Así mismo, ha trabajado durante cuatro años como coordinador de proyectos pedagógicos en el ámbito de la Pedagogía Narrativa para la Fundación Tomillo. Se ha formado en pedagogía sistémica y psicoterapia Gestalt, Teatro Improvisado y Teatro espontáneo; y es miembro de dos compañías de teatro improvisado musical y sonorisita-repentista de la Compañía Impronta Teatro Espontáneo. Actualmente compagina su actividad de música profesional con la de investigación dentro del ámbito de la pedagogía narrativa y la improvisación.