domingo, 7 de octubre de 2012

Pedagogía Del Ocio: La cercanía como condición pedagógica del ser.


Primer bosquejo
Pedagogía Narrativa del Ocio



No hay máxima en educación que transitar el cuerpo, la cercanía. No hay otra en la ciencia del eco interior que supone la pedagogía que caminar en pro de la esencia, del mundo personal que habita uno. No hay nada más cierto en el camino pedagógico que ofrecer, ofrecernos la posibilidad de transitar primero del ser , más tarde aprender a parecer para finalmente aprender a estar. En el estar reside el cuerpo. Ese viajero que tanto ha visto, olido y probado. En el estar1 habita el reino del ocio, es en ese tiempo de no acción donde uno se enfrenta a sus miedos; porque los miedos no se detectan en la vorágine de la lluvia de la misma manera que no se diferencian las olas en la tempestad.

En la orilla de la consciencia habita un leve suaveo que nos acaricia los pies y es, en ese cosquilleo, donde el sujeto puede distinguir entre tierra y mar, entre fantasía y realidad. Ahí está- se repite- aquello es agua, emoción y esto otro es tierra, mismidad. El coraje, la valentía necesaria para abandonar sus pies al agua lo entrega la confianza en su proyecto interior, en aquello invisible que circula más allá de las venas. Y ese leit motive se aprende con la acción, creando hábitos en continua reflexión; aprendiendo a abandonar la rutina cuando aquélla nos duerme y aprendiendo a dormir cuando todo lo exterior carezca de referente.

<<...No hay palabras para aquello, decía un romántico; poesía se hace con la nostalgia y el recuerdo; la emoción se mueve, se grita... no se puede coger aire con las manos, no se puede meter aire en los bolsillos...>>

No hay nada más cierto en pedagogía del ocio que aprender a estar, a resistir y luchar. Aprender a conocerse. Y en ese trayecto personal habría que formular la posibilidad de aventurarse en mundos alternos, en fomentar la idea de la valentía como condición pedagógica del ser. De fomentar la conquista y la aventura en detrimento de la rutina; de promover la imaginación frente a la sumisión. De primar la acción frente al espectáculo.

En el siguiente ensayo se formulará la idea de cómo el ocio nos puede ayudar a ser personas más originales. Cómo dentro de él aprendemos a conocernos y a expresarnos según nuestra naturaleza interior.

El presente ensayo, no es más que eso, una tentativa que pretende abrir caminos de pensamiento alternativos que nos permitan formar a nuestros alumnos en mundos distintos a los que la escuela y la sociedad nos tienen atados.

Dicho esto y habiendo escrito lo que escribí; salgo ya la calle a crear islotes de felicidad.

1 Entendemos por “estar” la experiencia contraria a la huida, que resulta del resistir un empuje de fuerza mayor. Estar, en el sentido pedagógico del ocio hace referencia a la “consciencia y responsabilidad que uno tiene sobre su proyecto de vida y la valentía necesaria llevarlo a cabo”. Estar en un sentido Aladúrico es “quedarse bajo la lluvia hasta ver nacer de su olvido los colores propios del arco-iris”    

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Entender un ensayo de pedagogía y ocio, resume la necesidad de ubicarse en la línea narrativa que ambos términos reúnen. Si atendemos a la pedagogía como “un discurso a través del cual el hombre consigue adueñarse de la cultura transformándola, así como una relación donde el adulto ofrece al otro la posibilidad de ejercer su libertad privada gestando como punta la originalidad precisa de su ser”; su relación con el ocio es tremendamente importante y fecunda.

¿Qué es el ocio para el ser humano? ¿Qué importancia establece el tiempo que una persona vive con que éste sea una vivencia consciente? ¿Cómo se puede educar el hábito de un ocio saludable? ¿Qué es entonces, “ocio saludable”? Estas serán algunas de la preguntas que el presente ensayo pretende abrazar, no sin antes advertir que su enfoque será muy reducido limitándose a entender el ocio como “tiempo de no acción1 donde el individuo es capaz de volcar sus inquietudes y preferencias, así como rémoras, miedos y esperanzas”. El ocio es, de entrada una necesidad que el individuo no puede ni debe negarse. Negar el ocio es negar el tiempo donde el sujeto es capaz de “negociar la pérdida que supone habitar por la naturaleza”, es asimismo, el tiempo donde el ser humano da cuenta clara y existencial de las sensaciones vitales que le inundan2.

El tiempo de ocio, es un tiempo de quietud, de observación. Es un lapso donde el ser humano se separa de lo normativo para dar rienda suelta a sus deseos internos, un espacio de libre acción desde la libertad de no “terminar su proyecto” para que este sea visto, medido y filtrado por la sociedad; sino, simplemente, para habitarlo y desarrollarse a través de él.

Así pues, un rica cultura del ocio pretenderá situar al sujeto frente al tiempo para que sea, a través de éste, lo más consciente posible de las posibilidades que todo tiempo esconde; y que no caiga en un desgaste de rutina pasiva donde sólo sea un mero depósito de imágenes muertas y palabras anquilosadas.


Permitir que el ocio sea sólo ocio consumo, advierte la emergencia de negar un abanico posible de acción y desarrollo del individuo. El ocio consumo, el que se distribuye en grandes almacenes o el que se oferta en la programación televisiva, sólo es la cara de un poliedro cultural que estimula la creación de un ethos social donde el sujeto se afirma socialmente y encuentra un oasis existencial de referencia; pero no puede, la carga ociosa del individuo restringirse a consumir pasivamente un producto como mero espectador de sus actos, pues el hombre es ante todo, un nacimiento; un por venir; una apertura hacia la diferencia. Recordando lecturas de Hanna Arendt, tintinean en mi cabeza reflexiones traídas de ella como que el hombre es un ser que ha venido a comenzar algo nuevo. 

La tesis de este ensayo sitúa pedagógicamente la necesidad de un ocio rico, de un ocio donde el niño sea capaz de aceptar y asimilar la responsabilidad que exige el estar viviendo un tiempo único y propio. Porque de los dolores existenciales, más punzantes y econográficos  aquél que Sarte llamó "agonía del ser" marca su verdad en que el hombre, dentro de su fuero interno, siente la responsabilidad de sus actos y se yerguen frente como gigantes acusadores, espejos de consciencia que muestran, sin maquillaje,  las consecuencias de las decisiones tomadas y las sombras de las valentías mutadas. (el próximo ensayo se titulará "la valentía como condición pedagógica del ser")

Por tanto la práctica de una cultura del ocio donde premie la vivencia responsable de ese tiempo exigirá la misma responsabilidad en aquello que no es ocio. Es decir, el cómo tratamos nuestro tiempo del ocio, está íntimamente relacionado en cómo tratamos el tiempo de nuestras responsabilidades. (En este bosquejo narrativo no podemos olvidar que NEG-OCIO es la negación del tiempo ocio). 

Trabajamos para tener ocio; el niño estudia para tener ocio y además de estudiar para tener ocio; juega. Pero el juego, no es ocio tal como lo entendemos en esta tesis. el juego sitúa al niño en la realidad, posibilitando su acción con sentido inmediato y personal; invierte su ilusión y creatividad en una relación libre pero normativa donde existen reglas y su creatividad se siente amenazada y humanizada. El juego es así, el primer trabajo el niño, trabajo donde debe cumplir una serie de reglas y normas para obtener un fin: sea este; sentirse parte de un referente infantil y haber saciado sus inquietudes creativas, interpretativas y personales.

Si el trabajo es la actividad a través de la cual el hombre se inscribe en la sociedad, sea el juego quien introduce al niño entre otros niños que serán, el día de mañana, adultos trabajadores. Comprender el ocio como un estado de libertad y vocación presumen que en ese ocio el niño atienda a la necesidad de transformarse ese espacio de no acción.

¿Qué sucede en el tiempo de no acción?¿ Qué sucede en el tiempo cuando el tiempo no es reloj? ¿Trabajamos para tener ocio?

Los maestros... ¿podemos entender lo que supone a un alumno estar estudiando todo el día? Y nuestro rechazo habitual a que juegue en vez de estudiar... Para qué sirve estudiar? Acaso nuestro obsesión por decir "hay que estudiar" en otro introyecto pedagógico? 

Hace algún tiempo trabaja entre maestros y psicólogos y me impresionó ver que muy pocos de ellos, al llegar a casa, estudiaban, leían o reflexionaban acerca de los fundamentos pedagógicos... y veía como tampoco se formaban, ni asistían a cursos... Solían llegar de trabajar y ponían la televisión o se iban a tomar algo. Yo le decía: ¿Cómo puedes decirle a un niño que no juegue si tu tiempo de ocio lo estás tirando a la basura?

no es un maestro un ejemplo encorporizado? No es el pedagogo un referente dentro de la coherencia ser-estar-parecer? 

Hubo un tiempo que lo luché. Luego tuve la caída típica de aquél que por sentirse parte de algo, prefiere dejar de ser, para tan sólo parecer y así no sentirse islote. Más tarde volví a la esencia infantil, aunque aquélla es otra historia. 


Más tarde escribiré acerca de la relación con la familia, así como la historia del ocio y de cómo el arte, o más bien, una práctica aladúrica del arte puede ayudar a presenciar el arte como transformación y sanción. 

Aunque esto será más adelante. 












1 Entendemos “tiempo de no acción” como el tiempo que resta de las obligaciones del sujeto. Sea éste “el tiempo dedicado al trabajo, así como el dedicado a la cultura de la familia y el dedicado a las relaciones sociales.

2 Tengamos en cuenta la experiencia de surge a través de la agonía u otras experiencias emocionalmente negativas. Uno siente el rechazo cuando le rechazan así como la incomprensión cuando nadie le escucha; pero en el tiempo de ocio es donde uno puede aventurarse a la comprensión de todo aquello y puede aventurarse a desenmascarar las excusas que provocan esas emociones.


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