lunes, 15 de abril de 2013

Saber pedir. Equilibra tus relaciones de pareja.

Habitualmente en las sesiones de terapia me encuentro con algo que sin duda es viejo conocido mío. Sea: Saber pedirle a tu pareja. Cuando hablamos de saber pedir, hablamos de algo más profundo y potente, pues en realidad quien sabe pedir se está abriendo a la experiencia del saber recibir.

Suele suceder que uno del tándem amoroso es quien lleva las riendas, quien decide, quien pone el dinero o quien se regala más, en definitiva. Uno de los dos "da" más de lo que recibe. En este sentido solemos tener un fantasma, o también llamado introyecto, que es quien comienza a ofrecer desigualdad en la relación. Si bien es cierto que se podría navegar más profundamente en las razones y llegar a conocer porque soy de esa manera cuando establezco relaciones afectivas, existe una pequeña observación que seguro que podemos hacer todos. Esta es: saber pedir.

Saber pedir fortalece a uno y a la persona que con la que convive nuestro corazón. No pedir, debilita al otro y por supuesto a uno mismo. Cuando estamos acostumbrados solamente a dar o a cuidar indirectamente estamos creando una relación asimétrica con nuestro igual. Eso produce efectos muy dañinos para la salud del amor. Pues entran aquí mecanismos infantiles, donde un padre da a una niña o un madre a un niño. Pero el amor sincero, el amor de camino y horizonte, sólo puede existir entre hombres y mujeres, el amor maduro tiene que dignificar la posición adulta del amor. Así pues, tenemos que aprender a pedir para situarnos dentro de la pareja.

¿Qué quiere decir saber? ¿Esto no me situaría en un relación muy asimétrica y caprichosa? Claro, depende de lo que entendamos por pedir. Tanto el pedir como el dar son muy dangerinos cuando esa energía no se renueva y mueve. Una persona que pide que le acompañen al médico porque le da vergüenza o que le pide dinero a su pareja constantemente no es que solamente este pidiendo, lo más importante es que se esta impidiendo crecer y ser ella misma. Aquél otro que da y no pide nada a cambio también. Pues si damos protección, arreglamos la ropa o damos dinero esta debilitando al otro y no le dejamos crecer y formarse en persona. y en lo que respecta a nosotros, tampoco nos permitimos ser adulto. Pues un adulto no da sin recibir nada como gratitud. Ese adulto que da sin recibir es, en definitiva, un adulto con miedo a ser vulnerable. 

¿Qué puedo hacer con todo esto? ¿cómo lo aplico a mi pareja y el bienestar de mi relación? Pueden sin duda poner sus inquietudes aquí y trataremos de darle enfoque.

Nosotros sin embargo, proponemos el siguiente bosquejo que quizás nos ayude a darle marco a lo que intentamos explicar.

- Me dirijo a mi pareja como "pobrecita" ella sufrió mucho: Esa manera de relacionarnos con ella la debilita y nos sitúa en un amor ciego. Lo mismo sucede cuanto la tratamos con diminutivos. Por ejemplo (Marianita).
- Cuando necesito algo y mi pareja se ofrece le digo: Deja, ya lo hago yo.
- Siempre que salimos: pago yo la cuenta
- Mi pareja me cuenta sus "problemas" y yo escucho pero no la acompaño desde el corazón y me limito a escuchar como si fuera un contenedor
- ...

Aprender a pedirle a tu pareja, y aprender a dejarte ser. Pedir que nos ayude, una ayuda desde el corazón, una escucha emocional. Aprender a pedir, a compartir.

Si bien es cierto que ahora tendríamos que establecer un poco mejor qué es eso de pedir. (pedir que cambie no sería algo permitido, pues pedir que cambie la persona es que estás buscando otra, entonces el trabajo a realizar sería porque tú estás en una relación que a los ojos de tu corazón,  es imposible).

Atendamos pedir como dignificar el amor que nos sucede, pedir como situarnos en la vulnerabilidad del depender, pues aprender a pedir nos ayuda a ser independientes, desde la aceptación de la dependencia del otro.