jueves, 28 de febrero de 2013

¿Tus miedos? Tus posibilidades

Ves aquello sómbrico, aquello que habita como ausente, que se viste como al ras cortado por un gélido lazo de espesura y niebla. ¿Lo ves? ¿ Lo sientes? Se deja conocer porque tras su rostro asoma un engranaje a priori inmóvil; carga sobre su espalda una densa capa de palabras indecibles. Huele a desconocido, a imposible. Es casi una locura darle forma, textura, sitio... Quizás porque se conjuga con la misma gramática con la que se conjugan los abismos, los precipicios o las abislálicas fronteras,  todas aquellas quienes portan, tras sus limites, la apertura de un mundo por des-cubrir.

Primero se siente como freno, entonces el corazón palpita haciéndole presente al férreo director de orquesta, que está comenzando a dar paso una emoción. Ahí, el cerebro confuso; trata de poner orden a esa torrente de sindecires y retahílas invisibles. Hunde más la presión sobre las arterias y hacen su aparición soldados convertidos en jueces exigentes que buscan la protección de la costumbre pensativa. ¡ No lo hagas! ¡ no cedas! ¡no escuches la voz que desde el vacío te llama! Reside en tu ego, reside en lo conocido.

El calor se hace tembleteo y tan sólo puedes agazaparte tras tus trincheras. Inmóvil  deseando  de una vez por todas ese ataque culmine y puedas sentirse a salvo de nuevo. El miedo se hace más fuerte cuanto más te escondes de él. Su fuerza reside en nuestra incapacidad para verlo. Es así como se hace gigante. Normal, ¿verdad? ¿A qué se le puede tener más miedo que aquello que no tiene forma? A medida que nos escondemos en nuestras rodillas, asoma su aliento por detrás, congelándonos por completo.

Tómese nota del osado, que sin darle verbo a esa apariencia, discurre como poseído arramplando todo en su andar, con su mirada puesta en un objetivo claro: Cruzar esa sala llena de él mismo. Tal personaje, al llegar, nada ha visto, en nada se ha detenido. Pues tan sólo quería pasar el mal rato. Pero quizás los malos ratos no hay que pasarlos; quizás los malos ratos... hay también que habitarlos.

Ahora asoma el valiente. Se levanta frente al miedo y lo observa. Se queda prendado de su particularidad, del complejo cúmulo de piezas que le conforman y simplemente: Valiente y miedo, se miran. El uno intenta despavorido hacerse ver, es tan grande la energía que contiene y tan poco el espacio que en su vida le han dado que no sabe usar otro lenguaje que el de la energía creativa. La energía de la presencia. Sus brazos son como los de un adolescente que no controla su fuerza. -Es eso- Comprende el valiente. El miedo es como un lobo con quien nunca jugaron (como muestra la película de Big Fish). Así crece él, sólo, descuidado, sin nadie que le peine, le acaricie, le tome en cuenta... ¿Cómo se sentiría cualquier persona así? ¿cómo te sientes cuando no te nombran?¿Cuando no te cuidan?

Sin duda el miedo se hace ver, y lo hace leal a su esencia. Pues es el quien nos hace caminar, crear, actuar, imaginar, inventar. De él nacen las raíces del árbol de la creatividad y aladuría. Es el miedo quien no avisa de la tempestad de lo desconocido, quien nos ayuda a reconocer cuando algo va a merecer esfuerzo, es él quien nos empujo hacia el hábito de lo improvisativo, quien crea un celoso pensar sobre todo aquello que llamamos seguridad.

Todo aquello que es nuestra "zona de seguridad", allí donde el reino del pensamiento y los conceptos anidan y caminan a sus anchas no hay aprendizaje. No hay nada nuevo.

Tras el miedo habita la magia, habita lo diferente. Miren por un instante todo eso que llamamos miedo, y digan "tengo miedo a la soledad" y luego también digan "deseo la soledad". Posiblemente al decirse "deseo la soledad" aparezcan numerosas posibilidades, sensaciones nuevas, emocionen que nos sitúan más allá de lo cotidiano.

Recordemos: No podemos saber qué hay tras una decisión. Sólo podemos saber lo que sentimos al tomarla. Y que tras ella vendrá algo nuevo, diferente. Algo que nos hará sentir distintos. Que nos vestirá con un nuevo vestido, con un nuevo lenguaje. Cuando empezamos a pre-decir qué me sucederá tras esta decisión nos perdemos en las fantasías que a nuestra mente tanto le gusta construir.

Por eso, si sentimos miedo, aprendamos a sentirlo, dejemos que nos atraviese, que nos inunde y nos empujo. Tras él encontraremos un mundo nuevo, un mundo lleno de posibilidades, de magia.

Un universo donde quizás dejemos de decir eso de "ufff... me nos mal.. y pasó este mal trago" y consigamos, con confianza, sentir "vaya! mira quién vino... a ver qué me vienes a enseñar"

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